Las dos cucarachas que comían de los residuos del sándwich de la noche anterior, se esconden entre las sombras de los objetos cercanos buscando su nido. Contiguo al plato de los residuos, hay otro de color azul oscuro, con algo que parece ser talcos que forman una línea junto a otro tanto desperdigado. En el suelo yacen colillas de cigarrillos, entre las que hay un papel enrollado, como si fuera una colilla más, pero no contiene nada, es sólo un cilindro de papel.
Suena la alarma, se escucha un profundo suspiro y estirando su brazo izquierdo totalmente tatuado con manchas de tigre, detiene aquel ruido agudo, sin embargo, es más agudo su dolor de cabeza y el malestar estomacal. Sin ningún ánimo por levantarse, se voltea recargando su peso sobre su costado derecho, frota la piel de su brazo que le da origen a su apodo: Tigre.
Cada mañana, cada amanecer, es una nueva oportunidad para levantar nuestros ánimos de aprender lecciones, es una nueva oportunidad de encarar las situaciones de la vida con optimismo, con aires de cambios positivos. Lástima que Tigre no ve esos horizontes, pues su perspectiva está limitada por sus ambiciosos deseos de poder, riqueza, drogas y todo lo que le de autoridad sobre los demás. El poder y la riqueza están muy bien, pero deben ser para el beneficio de los todos.
Sentado en la orilla de su cama, Tigre experimenta unos segundos de reflexión, lo mismo que le sucede cada mañana, su ser interior le llama. Confundido, intenta hacer caso a esa voz que le suplica un cambio de pensamiento, él agita su cabeza de un lado a otro con mucha rapidez queriendo ignorar. La voz vuelve a exhortar, le suplica un cambio de actitud, Tigre cree que la resaca, le hace escuchar tonterías. Insistente, la voz llama una vez más, le dice que reconozca que no solo es una persona más en el mundo, sino que es muy importante y que puede hacer la diferencia, que pude ser un ejemplo para los demás jóvenes que están siendo atacados por sus pensamientos egoístas. Ésta vez, se nota en Tigre una clara expresión de atención, como si por fin ha escuchado los llamados de su voz interior suplicante, su expresión es como de una persona analítica y pensativa, se levanta de la cama y dice en voz alta:
—Creo que necesito una cerveza.
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