23 noviembre 2009

Yo y ellos, Dios y yo

Nos desplazamos normalmente por este mundo por nuestra propia cuenta, expresamos nuestra propia perspectiva a los demás, elegimos cuál música deseamos escuchar o la ropa que queremos utilizar, elegimos a nuestros amigos, podemos levantar una mano en este preciso momento si queremos y nada de esto depende, en esencia, si otro lo hace o no, somos libres de escoger lo que queremos.

Todo esto crea la ilusión de que estamos separados de los demás y de esto dependen muchos de las situaciones conflictivas que la humanidad ha tenido. El mismo poder de libertad y la ilusión de estar separados hace que sintamos el derecho de ofender a nuestros hermanos, de apoyarles solo cuando nuestro ego dice que está de acuerdo, de creer que estamos por encima de otros, de que somos mejores, de gritar imponiendo autoridad y haciéndoles ver que somos unos y ellos son otros, que yo soy yo y que ellos son ellos, los de afuera, los que no forman parte de mí. Se vuelve un: yo y ellos. ¡Sí, así te lo dice el ego! Que tú vas primero y al final ellos.

El carácter individual del ser humano, si bien nos da la pauta para tomar nuestras propias decisiones, a través del libre albedrío y esto genera un karma, una responsabilidad para todo lo que decides y haces; al mismo tiempo estas formando de una unidad conjunta, vivimos en un mismo planeta y aún más en un mismo universo. Fuera del plano material, la unión es más intensa, porque es con el cuerpo que te miras separado de los demás, cuando estás fuera de él la unidad con el creador tiene que ser más clara. Ya he hablado un poco de esto en Energía fluyendo en tu interior.

Así que hay una juego interacciones con las que debemos desenvolvernos. No puedes obligar a tu hijo a que estudie determinada carrera, pero puedes apoyarle en la que él decida. No puedes decidir quién será el novio de tu amiga, pero puedes hacerle ver, si te lo permite, algunas observaciones acerca de la decisión que está por tomar. Es decir, no puedes tomar decisiones por otros, pero puedes ayudarles en ellas, cada quien es responsables de sus propios actos.

Hay un hermoso poema que me hizo comprender todo esto y que ejemplifica la idea de la individualidad y la unión por medio del creador. Originalmente el poema fue escrito por Kent M. Keith con el nombre "Los Mandamientos Paradójicos". Este poema ha sido famoso por haberse utilizado el orfanato de La Madre Teresa en Calcuta, India. La siguiente versión es atribuida a la Madre Teresa, quien dejó una hermosa conclusión (el análisis final) al poema.

El Análisis Final.
La gente comúnmente es incomprensible, ilógica y egoísta.
Perdónales de todas maneras.
Si eres amable, la gente podrá tildarte de egoísta y con motivos ocultos.
Sé amable de todas maneras.
Si eres un triunfador, ganarás algunos falsos amigos y algunos verdaderos enemigos.
Triunfa de todas maneras.
Si eres honesto y sincero, la gente podrá engañarte.
Sé honesto y sincero de todas maneras.
Lo que has invertido años en construir, alguien lo podrá destruir de la noche a la mañana.
Construye de todas maneras.
Si encuentras serenidad y alegría, ellos te podrán tener envidia.
Sé alegre de todas maneras.
El bien que puedas hacer hoy, la gente lo podrá olvidar mañana.
Haz el bien de todas maneras.
Dale al mundo lo mejor que tengas, y eso nunca será suficiente.
Da al mundo lo mejor que tengas de todas maneras.
Como ves, en el análisis final, es algo entre tú y Dios. Nunca fue entre tú y ellos de todas maneras.
Madre Teresa de Calcuta

"... es algo entre tú y Dios. Nunca fue entre tú y ellos de todas maneras". Individualmente, como decisión propia podemos perdonar, ser amables, triunfar, ser honestos, construir, ser alegres, hacer el bien... En el poema vemos claramente el contraste, los que destruyen y los que no. Construye siempre porque al final, todo lo que hagas contribuye al beneficio de todos.
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09 noviembre 2009

Las lecciones del viejo

Se pone el abrigo, toma a su nieto y decide llevarlo al parque. Ese viejo amoroso de pelo albo, sonrisa estática y mirada reflexiva, vestido con una camisa del mismo resplandor de sus cabellos, pantalón de color oscuro y los cómodos zapatos negros que su hijo le regaló. Su mano derecha es sujetada por la inmaculada mano de su nieto, pero éstas pierden el contacto de aquellas viejas manos cuando el niño corre en dirección donde las palomas disfrutan su banquete. El viejo camina hacia un banco, como si quisiera estampar sus pisadas, balanceándose en cada paso. Cuando por fin llega, se acomoda sobre el cemento y su sonrisa se vuelve magnificente al ver a su nieto saltar sobre los adoquines, su mente se sumerge en recuerdos de niñez y adolescencia, el Pequeño Fer, recuerda, como todos le llamaban. Por un instante siente el deseo de regresar varias décadas atrás pero, es imposible, se dice para sí, después de todo no me gustaría cambiar nada, pues cada uno de mis errores, fueron en realidad lecciones aprendidas que moldearon mi identidad, hasta convertirme en lo que ahora soy. Mira los adoquines sobre los que su nieto saltaba y siente el rígido cemento bajo su trasero, mira cómo los recuerdos acuden a su mente y siente un aroma a nostalgia, mira y siente la añoranza.

Recuerdo muchas travesuras que hice cuando era un chaval, continuó con su memoria, las bromas que les gasté a mis amigos y cada uno de los castigos que recibí por ellas; también recuerdo las veces que le grité a mi madre, el día que le quité la peluca al director, cuando les amarraba las cintas de los zapatos a mis compañeros mientras escribían, cuando le puse sal al café del tío Tony y las chicas con las que anduve sin que en realidad me gustaran y las engañaba con chicas mucho más bonitas. Pero no, meditó, nada que pueda recordar se compara con haber defraudado a mi Gloria, bueno, en realidad no llegué a consumar y de haber sucedido me hubiese defraudado a mí mismo, rectificó y continuó, cuánta alegría siento haber aprendido muchas lecciones en mi vida, es por ello que no me arrepiento de mis fallas, porque dejaron energía renovadora. Así, si a mi edad tengo que pasar por momentos en que me termine equivocando, sé perfectamente que de todos los problemas, los errores y fracasos puedo aprender, continuó muy inspirado, he sabido escuchar una voz, aquella sabia voz me ha ayudado a comprender mejor el hilo de mis dudas y decepciones, lentamente el viejo comenzó a abrir más y más sus ojos pardos, la voz de mi interior me ha advertido cuando no estaba haciendo lo que debería hacer para obtener resultados exitosos, su corazón comenzó a palpitar como una locomotora, ¿¡qué he estado haciendo entonces!?, si en casi todos los casos he estado consciente de mis actos y aun así me he dejado llevar por mi... ¡bendito ego, caprichoso! me envenenas y me haces dañar a la gente que amo... ¿por qué sigo escuchándote? cerraré tu bullicio con la delicada voz del interior que me ayuda, me advierte, el viejo tenía una sonrisa tonta y la mirada fijamente hacia donde había estado su nieto saltando, ¡eso!, ¡eso es!, no tengo por qué dejar entrar los caprichos, no tengo por qué permitirme dañar a alguien para sacar una lección provechosa, si de hay lecciones de sucesos, tienen que haberlas de prevenciones, es decir, ¡puedo aprender mis lecciones aun cuando he evitado los fracasos!, ¡por supuesto!, es que he programado mi vida para aprender después y no antes...

—Disculpe señor.
El viejo muy sumido en su fascinación, no atendió al llamado de una bella dama.
—Señor. Disculpe —insistió.
—¿Eh?, ¿sí? —contestó entre la confusión de regresar su atención al parque.
—¿No es ese su nieto? —dijo la mujer, señalando la fuente—, lleva ratos allí empapado, asustando y arrojándole agua a la gente que pasa distraída.
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