06 mayo 2014

La razón, la inspiración y el derecho

Víctor Hugo alguna vez dijo: «La libertad es, en la filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en la política, el derecho». ¡Cuánta razón tenía, qué inspirado estaba y lo dijo con todo su derecho!
Uno de los tesoros más grandes para la humanidad es la libertad, y como ese gran escritor apuntó, no se refiere en ningún contexto a la libertad del cuerpo físico, pues todos los que habitamos esta realidad de tres dimensiones, primordialmente, la materia está encerrada en ella y desde ese punto de vista la libertad es inalcanzable. ¿Quién podría liberarse de las leyes físicas? Si alguien se escapa de la ley gravitacional, allá donde se encontrase, en otro lugar del espacio cósmico, estaría siempre sujeto por otras leyes. Así mismo las leyes jurídicas.
En el tercer contexto que nos plantea Hugo, la política, hay un conjunto de derechos que se nos proveen a los ciudadanos que a veces son coartados por la misma política, de modo que en mi opinión, no hay mayor libertad, entre los contexto de Hugo, que la razón y la inspiración.
Gracias a la filosofía gozamos de la libertad por el uso de nuestra capacidad pensante, que aún teniendo nuestro cuerpo aprisionado nadie puede evitarnos usar esta facultad. Y gracias al arte, la inspiración puede ser usada incluso en contra de aquellos que nos esclavizan políticamente... Y como ejemplo de este último punto, cito el calambur más famoso de la historia de la lengua española por Francisco de Quevedo, quien llamó "coja" a la reina Isabel de Borbón.

Isabel de Borbón era realmente coja realmente y le enojaba mucho toda mofa hacia su discapacidad, tras apostar el pago de una cena con sus colegas a que el propio Quevedo tenía el valor de decirle dicho insulto a la cara. Compró Quevedo dos ramos de flores: uno de claveles blancos y otro de rosas rojas, y se presentó ante la reina en la plaza pública en la que ésta se encontraba. Con una cortés reverencia, Quevedo extendió los brazos ofreciéndole a la reina, Isabel de Borbón, los dos ramos de flores, uno sujeto en cada mano. A continuación Quevedo recitó a la reina los dos versos que harían que sus amigos le pagasen la cena de la apuesta. Y dijo así:
Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
O sea, entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad es coja.
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