Entre el clavel blanco y la rosa roja, su majestad escoja.
La vida es cambio, pero los seres humanos tendemos a aferrarnos a lo cómodo y conocido, y también a resistirnos a las dificultades e inconveniencias. Hay variedad de razones para no asumir cambios
En el mundo ideal, ese que algunos llamarían paraíso, o Edén, o Cielo, o nirvana ,o Aaru o incluso elíseo, en ese mundo donde no habrían guerras, y por lo tanto, tampoco enemigos, todos disfrutaríamos la vida tal cual es y para disfrutarla tendríamos que compartir y ayudarnos mutuamente, de manera más sencilla: amarnos los unos a los otros.
Sea cual fuera el caso, el temor es producto del pensamiento y a partir de ello se genera una serie de procesos químicos en nuestro organismo que cohíbe nuestra atención y perjudica nuestra salud emocional y física. Es evidente que una persona invadida del temor coarta su propia libertad, porque disminuye la capacidad de pensar y de actuar con inteligencia.
Desde hace muchos siglos, la humanidad sabe muy bien que para mantener una buena relación con los demás, ha de ser dueño de la propia vida y dejar que los demás vivan la suya. Fue hace más de una veintena de siglos que Platón dijo que «La libertad está en ser dueños de la propia vida», y aún así, de generación en generación, se transmite el concepto más no su acción.
Víctor Hugo alguna vez dijo: "La libertad es, en la filosofía, la razón; en el arte, la inspiración; en la política, el derecho". ¡Cuánta razón tenía, qué inspirado estaba y lo dijo con todo su derecho! Uno de los tesoros más grandes para la humanidad es la libertad, y como ese gran escritor apuntó, no se refiere en ningún contexto a la libertad del cuerpo físico, pues todos los que habitamos esta realidad de tres dimensiones, primordialmente, la materia está encerrada en ella y desde ese punto de vista la libertad es inalcanzable.