Dianita corre por el campo, disfruta del aire fresco. Salta entre la hierba y no teme a que el filo de la maleza le hiera su tersa piel. Para Dianita el mundo es alegría, ha escuchado que la gente habla de miedos y tristezas, pero ella considera que están equivocados, que dicen eso porque quizá no conocen la alegría y amor verdaderos, ya que solo piensan en sí mismos y no se permiten contemplar con asombro lo que les rodea.
La graciosa Dianita de piel blanca y rosadas mejillas, corría directo hacia el río para observar cómo beben agua los venados y esperar para cuando ellos se vayan, poder ir a recolectar las piedras más bonitas y así terminar de construir el caminito de la entrada de su casa.
Todo tiene significado para ella, está muy conectada a todo lo que le rodea. Cuando se pasea por las verdes colinas, siente esperanza; si va al río, entiende que su espíritu es como esas aguas que van hacia mar; el camino de piedritas que construyó, le recuerda a la búsqueda de la paz interior; el aire fresco del campo, es la energía vital que nos anima; el canto de los pajaritos, es como un llamado a la unidad entre especies y el compromiso que tenemos los humanos de ayudar a los menos evolucionados.
Al oscurecer, Dianita corre de regreso a su casa con las piedras que recolectó. Corre con el ímpetu de la libertad, en el campo es feliz porque allí es libre. Corre y sonríe al recordar una conversación que tuvo con su amiguito Luis.
—Dichosa tú, que puedes salir a jugar cuando quieres y aunque llegues con tu ropa sucia tu madre no se enfada —se lamentó Luis.
—Pero muchas veces hemos salido a jugar juntos... —replicó Dianita.
—No hemos salido muchas veces —interrumpió su amigo—, porque siempre me mandan a trabajar, tenemos once años y a nuestra edad lo normal es que nos la pasemos jugando y aprendiendo en la escuela. Yo solo quiero ser libre...
Entonces Dianita interrumpió.
—Entiendo tu posición, porque cuando no me sentía a gusto también me decía "Quiero ser libre", hasta que descubrí que soy libre —afirma—. Una noche, cuando dormía, soñé que un ángel me decía que la libertad verdadera no se experimenta con plenitud en nuestro mundo, porque siempre está influenciado por otras personas que no han aprendido a vivir en paz. Me dijo que la verdadera libertad se experimenta en nuestro interior y que desde allí podemos dar paz y libertad a nuestro mundo. Al final me susurró tres veces: "Busca en tu interior".
—No entiendo qué puede significar todo eso —respondió Luis, muy confundido.
—Yo tampoco entendí —contestó la perspicaz niña—, hasta que un día que mi madre me reprendió y yo no me disgusté con ella como lo solía hacer, noté que tanto ella como yo asimilamos ese momento con más rapidez y yo me di cuenta que no tenía por qué estar enojada con ella, ya que tenía mucha razón de haberme reprendido. Desde entonces sé que la paz viene del interior, que si queremos vivir en paz no tenemos que esperar de lo que ocurre a nuestro alrededor, sino de nosotros mismos y así como me lo dijo el ángel en sueños, se aplica también a la libertad.
—Eso me ha dejado un poco confundido y no parece que sea una cosa fácil.
—No parece fácil —contestó Dianita—, pero cuando lo has intentado, cada vez cuesta menos. Y sabes, días después de poner ésto en práctica, soñé otra vez con el ángel y me dijo: "Has encontrado paz en tu interior, también has experimentado la libertad".
—Dianita, ¡ese ángel quizás es como un sabio! —Exclamó Luis con admiración.
—Y antes de despedirse me anunció: "Paz, libertad y aun hay mucho más".
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