31 julio 2014

Sin temores

A secas el temor, el miedo y la angustia son sinónimos, ambas palabras identifican a la perturbación del ánimo provocada por el riesgo o daño que esté ocurriendo o pueda recurrir y en otros casos también puede deberse a hechos del pasado.
Sea cual fuera el caso, el temor es producto del pensamiento y a partir de ello se genera una serie de procesos químicos en nuestro organismo que cohíbe nuestra atención y perjudica nuestra salud emocional y física. Es evidente que una persona invadida del temor coarta su propia libertad, porque disminuye la capacidad de pensar y de actuar con inteligencia.
Claramente dicho por Horacio, «Quien vive temeroso, no será nunca libre». Y aquí es donde podemos adentrarnos en terreno pantanoso, algunas religiones provocan ese temor que limita la capacidad de razonamiento en los seres humanos, provocando así algo que podríamos llamar «esclavitud espiritual», infundiendo el llamado temor de Dios, ese ser que es pintado todo amor pero que al mismo tiempo debe temérsele, será cuestión de palabras, más el amor debería ser correspondido con amor y no con temor. Pero en ese campo todo se basa en, como dijo Poncio Pilato, «quod scripsi, scripsi» y no hay más que añadir.
Sin embargo, aquellos que se han atrevido a ir más allá, a hacer volar su pensamiento por los paisajes más maravillosos del librepensamiento, son los que han hecho evolucionar nuestro planeta y después de todo, es de donde también, a veces sin ellos saberlo, los religiosos se sirven.

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