La individualidad es la esencia de las entidades humanas, es el ser que está detrás de las acciones de cada persona. En un sentido social podríamos decir que el individuo es la base de la familia y la familia la base de la sociedad, por lo que cada uno de nosotros es la base de bases.
Los demás
En la estructura social en la que vivimos nos han marcado una separación abismal entre la persona y quienes le rodean. Los problemas sociales se tratan de resolver fuera de nosotros, es decir, nos hacen creer que el problema son los pandilleros, otros políticos, los religiosos que se oponen a algunas leyes, los policías que no hacen bien su trabajo, y así una larga lista de personas o colectivo de personas que juzgamos y exigimos que realicen un cambio.
Esperamos a que los demás, a quienes tildamos como el problema, sean los que cambien para que mejore la convivencia social. Nadie quiere asumir responsabilidades, porque a quienes se juzgan dirán que no son ellos el problema, que el problema son otros. Si seguimos así, jamás le pondremos fin a esa cadena de actos violentos que giran día a día por las noticias.
El que esté libre de pecado que lance la primera piedra
Cualquier cambio debe hacerse a nivel personal, ¿cómo vamos a exigirle algo a alguien ni no hemos ni siquiera aprendido a exigirnos a nosotros mismos? No hemos aprendido aquella antigua exhortación famosa que hizo Jesús: "El que esté libre de pecado que lance la primera piedra". Han transcurrido cientos de años y seguimos lanzando piedras, juzgando a los demás sin poner atención a nuestros propios actos.
Nadie debe influir sobre la voluntad de otro
Se dice que Dios nos ha dado libre albedrío, ¿qué hace entonces un ser humano eligiéndole a otro? Seamos maduros y objetivos, ¿alguna vez alguien se ha encontrado cara a cara con Dios y Él le ha exigido cambiar de conducta? Que yo sepa no hay ninguna evidencia de alguna experiencia como esa. De modo que Dios, en su infinita bondad, nos ha dado libertad para hacer lo que queramos, cómo vamos nosotros a tener el descaro que obligar a otro ser humano a que haga algo a nuestro antojo, es ilógico.
Yo hago el cambio
Es evidente entonces que el trabajo de cambiar la sociedad comienza y termina en nosotros mismos. No he visto algún presidente de algún país haya resuelto muchos de los innumerables problemas de su nación. Así que deberíamos de una vez por todas, dejar de esperar a que sean otros los que tomen cartas en los asuntos que están afectando tantas vidas, pues el trabajo más grande es con uno mismo.
Todo esto nos llevará a un mejor entendimiento de quiénes somos y cómo debemos comportarnos con los demás seres humanos y así con el universo mismo. Cada uno de nosotros puede poner todas sus destrezas a disposición de la reorganización del universo, sin importar que los demás lo hagan o no, pues siempre habrá alguien que tendrá los ojos puestos en ti y el ejemplo es la manera más convincente de transmitir esta esperanza. Lo que tú haces influye en todo lo que está a tu alrededor y más allá, compruébalo.